. . . Alma mía. Déjame ser en ti. Mira a través de mis ojos. Contempla las cosas que has creado. Mira... cómo brillan...




晧臺寺 Kotaiji II

 

Tomando el sol sentado en las escaleras del templo una mariposa viene revoloteando hasta el borde de mis pies. Sí, no, no, sí. Se posa justo a mi lado. Cuando abre las alas un color púrpura intensísimo brilla un instante a la luz del sol. ¿De qué especie será? ¿Cómo se llamará? ¿Habrá en España…? De pronto esas preguntas me parecen absurdas. Y sólo puedo mirarla. La brisa, tan suave, hace temblar sus alas, todo su cuerpo, como si apenas pesara. Qué pesado y torpe me siento de pronto. Por un momento quisiera ser algo parecido a esto que contemplo, esta apenas nada sin nombre que vibra con la más ligera brisa y brilla en el pálido sol del invierno. Sólo un instante. Sólo eso.

En el dojo la luz de la tarde entra por todas partes. En el pasillo que lo circunda, entre zazen y zazen, me gusta sentir el calor del sol a través de los ventanales blancos. No veo el exterior pero siento todo el calor del sol. Y del tatami su tacto y su olor. Y de estas baldosas antiguas la insinuación de tantos pasos. Kinin. Sólo medio paso cada vez. Todas las cosas están aquí. En este paso minúsculo que apenas avanza nada. Al volvernos a sentar los pies del prior muestran sus callos sobre el tatami.

De nuevo sobre las escaleras del templo un gato se acerca a mí ronroneando. Lo acaricio. Estaría mil años aquí… pienso. De vez en cuando, no sé por qué, una hoja de cerezo cae, de rama en rama, sí, no, no, sí… hasta el suelo. Los jardines se llenan de hojas de cerezo, de momiji, de mukuge, de buganvilla… mil años aquí… sonrío mientras acaricio al gato. Blanco, con manchas marrones y grises. Ronronea. Y se va. Adiós. Adiós, hasta la vista. Abro mis manos y se llenan con el último calor de esta tarde de invierno.

A las 3:40 de la madrugada las nubes se adivinan grises en el cielo de la profunda noche. Kotaiji es apenas una sombra. Dentro del dojo el silencio brilla en esta noche heladora. Té de genjibre, el ritual de vestir el kesa, sutras… somos sombras. Somos apenas sombras aquí sentados en zazen mientras la noche es día y el silencio sonido, y palabra. ¿Qué busco? ¿Qué encuentro?

Caminando por los jardines del templo el aire frío arranca las  hojas de los cerezos y me atraviesa como si yo mismo sólo fuese seda de araña. Hay en mí algo que ni yo mismo soy capaz de ver. Lo intuyo como el sol sobre la tormenta. A veces brilla un instante como las gotas de lluvia atrapadas en una tela que no veo. Con un destello tan puro, oh, tan puro… Daría todo lo que soy, lo que fui, lo que seré, por sentirlo brillar una vez más sobre mi piel. Como lluvia.

Descalzo sobre el tatami me doy cuanta de que tengo una herida en mi pie izquierdo. De repetir y repetir el zazen. ¿Cuánto tiempo llevo aquí'? ¿Mil años? El grito de un zorzal rasga el aire. No hay nada. Nada en absoluto. Mi respiración se llena con todo el aire del mundo, después lo deja ir. Mi alma se resquebraja en este mismo instante.

Al salir del dojo una hoja de cerezo sobre mis zapatos. Tan roja…

Mi corazón vibra pálido en el viento del atardecer. Todas las hojas que no dejan de caer entre la lluvia... Somos agua ya tan sólo. Qué blancura la del cielo más allá de las tumbas que ascienden ladera arriba, detrás del templo. Qué blancura tan terrible, tan hermosa…

 

La última noche de sesshin es heladora. Siento como mis pies se enfrían y se enfrían sobre el tatami durante el zazen. Al descruzarlos me duele todo. El monje más viejo se acerca a la estufa. Toco la madera antigua de las vigas y el joen, lisa, fría. Caminamos en shasshu, con las manos y el espíritu recogidos, durante el kinin. Una vez más. Un paso más. Allá, más allá. Más allá de todo.

En plena noche, durante el zazen, de pronto el sonido de una campana llega desde afuera. Se va haciendo más intenso. Se abren las puertas del dojo y el aire puro y frío de la noche entra junto al sonido claro de la campana. Llega desde otro de los pabellones del templo. Ahora le contesta el han. Aquí, en el dojo. Bronce y madera se alternan en un diálogo que va ganando ritmo hasta concluir en un sonido que lo llena todo. Y después el silencio. Y después el viento.

 

Durante la ceremonia final, en el templo principal de Kotaiji, con todos los monjes, los roshi, el prior… sentado en seiza sobre el tatami pensaba qué había hecho yo para merecer aquello. Quién era yo para estar allí, como uno más desde el principio, gracias a esta gente tan extraordinaria. Envuelto en el sonido de los tambores y las campanas, sostenido por el ritmo de sutras y dharanis. Un privilegiado. Eso es lo que soy. Un privilegiado. Más aún por darme cuenta de que lo soy.

Al final, para la prosperidad del nuevo año, una pizca de arroz hervido sobre la palma de una mano. Y la otra en señal de bendición. Aquel arroz tenía el sabor más luminoso que he probado nunca.

 

de vuelta a casa

pisando los charcos

sin saber por qué

 

 

 

6 comments:

  1. Tengo el corazón tocado por la hermosura de tus palabras que han traspasado barreras de tiempo y distancia para llegar hasta mí con una fuerza que emociona. Tus vivencias, mis vivencias, las de todo el que quiere y pueda conectar con lo que guardan.
    Sigue por favor, haciéndonos llegar la intensidad de la experiencia espiritual en el que estás inmerso.

    Tu hermana, Kotori.

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  2. Hummmmmmmm, cuántas sensaciones. Leer estas líneas es como meterse en tu piel o tú en la mía, como si este cuerpo fuera sólo una forma hueca y tú me prestases los sentimientos, como el guante que espera la mano que lo hace humano. He sentido el frío y el dolor de la postura, he acariciado al gato, mis pies tiemblan y he esperado mil años desde esta orilla del mundo para sentirme así.

    Domo arigato, Momiji-san.

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  3. Cuanto más lo leo, más me gusta. Pienso en este haibun algunas veces, cuando estoy triste o me siento sola.

    Gracias, Félix

    (¿Estás aquí, estás allá?)

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  4. Muchísimas gracias.

    Sois un encanto :)

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  5. Uno se siente privilegiado de contar con un ser capaz de transmitir con esta humildad, esta sensibilidad lo que la vida le ofrece de regalo.

    Gracias, Mo <3

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  6. Muchas gracias Mirta :
    Privilegiado también por contar con amistades así.

    Un abrazo grande

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