. . . Alma mía. Déjame ser en ti. Mira a través de mis ojos. Contempla las cosas que has creado. Mira... cómo brillan...




日本からの手紙 5 nihonkara no tegami


Kumano Kodō

 

A veces, sólo a veces, uno cree un tanto pretenciosamente que ya está de vuelta de todo. Y es entonces, cuando menos lo esperas, siempre así, cuando te das cuenta de que ni siquiera habías ido.

Cuentan que por el Kumano Kodō han caminado tantos pasos que hasta el viento es ya peregrino. Monjes budistas y peregrinos shintoistas, daimyos y damas de la corte, pobres y ricos, ascetas y geishas, espíritus desencarnados y descarnados pies sobre paupérrimas sandalias. Todos buscando algo. Supongo.

Hay otros, otros que andan por andar, o buscan sin buscar. Supongo.

IMG_2722Kumano Kodō es un antiguo camino (caminos mas bien) de peregrinación que recorren la Península de Kii, en Honshu. Es un lugar montañoso y cubierto de bosques, sorprendentemente aislado del Japón industrializado y ultramoderno que nos es tan familiar. Allí se encuentran algunos de los templos, santuarios, incluso las propias montañas, mas sagrados de Japón. Kii es el corazón, el alma, del Japón mítico y secular, de la identidad espiritual y ancestral del pueblo japonés. Hace más de mil años el emperador y su corte peregrinaba por algunos de esos santuarios, en un rito de identificación y regeneración de ese espíritu mítico y divino que conforma la identidad japonesa. Después, personas de toda condición caminaron por esas rutas que se entrecruzan entre las montañas cubiertas de árboles.

Y estoy yo pensando ahora que para qué os suelto yo este rollo teniendo tan a mano como tenéis a San Google, patrón de enciclopedistas sin fronteras y manantial de sabiduría universal. Bueno, la verdad es que cuando yo me puse a mirar sobre el tema tampoco encontré mucho. Sobre todo en inglés. Pero mira tú que mi amiguiete Masu me envió unos folletos desde Japón y ¡ay de mí! que ahí comenzó mi condena. Como el bueno de Bashō que soñaba con Matsushima, caminando por riberas marinas, y sentía su espíritu como jirón de nube seducido por la voluntad del viento, así yo también comencé a pensar en Kumano y sus bosques, en sus montañas y sus cascadas.

IMG_2415Y aquí me planté. Y un día con Masu y nuestras mochilas embarcamos en el ferry que nos llevaría a Kobe. Yo cuando le vi con su palo de bambú de casi dos metros y del grosor de una señal de tráfico..... En fin. Imaginaos en el metro de Kobe y luego en Osaka (aquello es como un hormiguero de gente trajeada y con mascarilla por lo de la famosa gripe) a dos tipos con mochila y pinta de no se sabe qué y con un pedazo palo de tales características. Será que en Kii no hay bambú... pensaba yo....

Y haberlo había. Y árboles de especies de los que no sabía que existieran. Los formidables cedros y los cipreses centenarios. Y una especie de castaños de hojas enormes y pinos de cien clases diferentes. Y plantas y flores y...IMG_2454


Kumano Kodō....
No sé pero me está costando escribir esto. No sé muy bien qué contar.
Llevo aquí ya más de tres semanas y he viajado en avión y en barco, y en barca de pértiga por los canales de Yanagawa. En tren a vapor y en shinkansen. En coche y en autobús, en bici y en tranvía, en ferry... Pero me faltaba viajar andando. O sea, viajar. Porque amigos míos viajar es viajar, no ir. Y andando se viaja, y no sólo se va a algún sitio.
Porque, de hecho, ¿a dónde vas en Kumano Kodō? Dónde va un tipo como yo, un tipo que va y viene, así sin más, como jirón de nube que cede a la invitación del viento. Pensaba yo que Kumano sería algo así como el Camino de Santiago, (donde de hecho conocí a Masu) pero, pero.... No sólo es que cambies el sombrero o la gorra por el kasa (ese tipico sombrero de junco) y el bordón de avellano por una vara de bambú, es que aquí uno no tiene un destino definido. Aquí los caminos se entrecruzan. Hay peregrinos que van a un sitio y otros que van a otro. Hay algunos lugares de referencia claro pero uno a veces tiene la sensación de que se limita a subir y bajar montañas, sin más.

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Las montañas... Las montañas sobrecogedoras de Kumano. Verdes. Tan verdes en el musgo y en las hojas de los árboles, en las plantas IMG_2808sin nombre. Tan verde todo lo que la lluvia toca.
Deko boko. Arriba y abajo. Subir y bajar. (Al final vamos a acabar aprendiendo todos japonés) Sí. En el Camino de Santiago subes alguna. Pero es que esto consiste en eso. Aquí el camino busca las cumbres y las crestas. Allí moran los dioses y su palabra.
Porque aquí es la naturaleza el templo y la medida de las cosas y de los pasos.
Las columnas y arquivoltas son los troncos centenarios de los cipreses gigantescos. Y recuerdo levantar la vista y ver el cielo desintegrado entre sus ramas oscuras. Caminar envuelto en el incienso con sabor a cedro y pino, a lluvia, y sólo los ríos y arroyos que ruedan abajo, raudos, sin detenerse nunca, murmurar oraciones en lenguajes vivos.
¿Sabéis? Aquí las vidrieras las construyen las arañas y las orugas con sus sedas sólo visibles tras la lluvia. Recuerdo sentir su tacto sobre mi piel cuando caminaba al amanecer. Y el rocío atrapado en ellas. Brillando...

 

IMG_2547Bueno, bueno.....
A ver. Kōya-san. Allí nos alojamos en una hospedería de un templo. Los dos (o los tres, si contamos el bambú XL del amigo Masu) No sabía yo que los monjes se cuidaban de esa manera oye. O es que nos IMG_2571cuidaron a nosotros, no sé. Pero vamos, porque uno ha nacido giróvago que si no.... (Es broma es broma, bien lo sabéis)

Kōya-san es uno de los centros religiosos mas importantes de Japón. Dicen que hay mas de mil templos y santuarios. No sé.... Pero bueno, la verdad es que la montaña es un templo en sí misma. Y Okunoin es un cementerio gigantesco con mas de 200 000 sepulturas, panteones, santuarios..... Impresiona. Impresiona impresionarse con semejante despliegue de piedra musgosa y húmeda, y tú allí, bajo la lluvia (sí, llovía), en avenidas empedradas de siglos y flanqueadas por cedros y cipreses que no los abarcarían doce personas cogidas de las manos. Allí también están sepultadas las cenizas de los daimyo más importantes de la historia de Japón y los abades de los principales monasterios. Y el templo y panteón donde reposa Kōbō-Daishi, el fundador de la secta budista Shingon. Estatuas de Jizō, Kannon, torii, monumentos conmemorativos........ y los cipreses fragantes y silenciosos. Y la lluvia que cae sobre el musgo que todo lo cubre. Uff

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Hay algo especial cuando uno camina. Cuando comienzas el camino y sientes el peso de la mochila en la espalda, te pones el sombrero yIMG_2667 agarras el palo de bambú algo cambia dentro. Algo que no sabes muy bien cómo explicar pero que es tan contundente y real como la dureza de la tierra bajo los pies. Las cosas cambian. La importancia de las cosas quiero decir. Hay cosas que comienzan a valorarse por lo que pesan y no por lo que son, o por lo que nosotros le adjudicamos que son.
Y es que amigos, cómo pesan las cosas. Estas cosas que nos hacen la vida tan fácil y tan cómoda, (y es verdad que la hacen), cómo pesan. Uno acaba caminando con lo imprescindible (no hay más remedio) y pensando en límites temporales muy cortos: esta tarde, mañana...

IMG_2816Y la noche. Porque aquí no hay albergues de peregrinos. Lo de Kōya-san y sus lujos monástico-vegetarianos se acabó en seguida. Aquí el camino discurre en las montañas y no hay pueblos ni casas salvo en contadas ocasiones. Quizá sea esa la diferencia fundamental con el Camino de Santiago. La soledad. Creo que nos cruzamos con cuatro peregrinos en todo el viaje. Y entre nosotros no hablábamos mucho. Entre nuestro spanjanglish lamentable y que estábamos sin resuello las más de las veces el silencio peregrinaba junto a nosotros durante kilómetros.

Y bueno, la noche, a eso iba. A buscar un sitio apropiado para montar la tiendecilla de esas iglú. A veces la hierba estaba seca, a veces la lluvia estaba cubierta de hierba. Hemos montado la tienda en los sitios más insospechados que podáis imaginar. Desde un cacho de tierra durísima y pelada junto a un santuario porque no había otro sitio seco, hasta en pleno rompeolas ya en Kii-Katsura al final del viaje. Se nos hizo de noche cenando sashimi después del onsen (nos dimos el lujo como final del viaje) y se nos hizo de noche buscando una playa que de hecho no existía....

Eso sí. Dios protege la inocencia, ya lo decía mi padre, y una tarde tuvimos la inmensa suerte de ser IMG_2695acogidos por una pareja de jubilados en el jardín de su casa. Jope. En mi mochila llevo colgando la vieira santiaguera y cuando subíamos una cuesta (cómo no) junto a unas casitas con sus arrozales aterrazados pensando dónde íbamos a poder acampar una gente que había por allí nos saludó y uno de ellos dijo: Santiogo Compasutera (o algo así) Resulta que el buen señor reconoció la vieira. La señora de la casa estaba con unos amigos, y charlando con unos y con otros, bueno Masu charlaba (durante el viaje siempre sabía cuándo hablaba de mí porque no faltaban dos palabaras: "supein kara" desde España y "haiku") Debía de resultar de lo mas exótico claro. El caso es que la señora nos ofreció su jardín para que acampáramos esa noche. Estaban con unos amigos y tomamos café, no té, y hasta la señora nos dio un pastel. Y cuando apareció el marido resulta que el señor era católico (supongo que el único japonés católico en mil millas a la redonda). Ay.... Intercambiamos direcciones, hicimos fotos…

IMG_2693IMG_2703 Kashiwazaki-san y amigosIMG_2699

IMG_2705Recuerdo aquella tarde porque las golondrinas volaban tan bajo sobre los arrozales que casi podia tocarlas con la mano. Y en el cielo unas nubes apenas eran ya nubes, haciéndose cielo. Recuerdo que el sol cayó lentamente tras las montañas y Masu y yo bromeábamos animados por la suerte que habíamos tenido. Porque teníamos hierba blanda bajo la espalda y la tibieza de una noche tranquila sobre la piel. Recuerdo que sentí la necesidad de escribir una carta.

La necesidad de decirte:

-Aquí estás, porque aquí te siento, en toda esta belleza que me rodea. En este instante. En este preciso instante en el que las ranas no dejan de croar y las libélulas flotan en la brisa que toca los arrozales. Aquí estás. Aquí estás porque conmigo vas. Siempre. Porque en ti soy-.IMG_2698

Pero no escribí. Tenía el papel delante, un par de hojas del monasterio de Kōya-san, pero la noche cayó veloz sobre nosotros. Y nosotros en la hierba blanda que olía a hierba. Y ya en la tienda pensaba en las mil voces de las ranas. Todas eran diferentes. -Todo es diferente- pensé. Como el sonido del aire entre las hojas de los chopos es diferente que entre las hojas de los pinos…
A la mañana siguiente (aquí raya el alba en torno a las 4:30) recogimos la tienda sin ruido para no molestar y partimos. No miramos atrás.

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La vieira, un cascabel, la vara de bambú (en algunos santuarios importantes hay varas que peregrinos dejaron antes de volver a casa allí para que otros las usen, digamos que son varas prestadas por el propio camino, aunque no es obligatorio dejarlas y te las puedes llevar a casa) y el kasa (el sombrero de junco que me compré al inicio para regocijo de Masu pero que me vino de maravilla lo mismo para el sol que para la llovizna o para las ramas y hojas bajas del sendero). Así. Arriba y abajo. Deko boko. A veces por escaleras de peldaños medio devorados por las raíces de los arboles, a veces por meras sendas entre los árboles.

IMG_2735Y el verde. El color que lo invade todo. El bosque es tan cerrado que yo a veces no me daba cuenta de cuándo llovía o dejaba de llover. Sólo en un pequeño claro sentía las gotas sobre mi IMG_2821 sombrero y veía las hojas secas del suelo mojadas por la lluvia. Pero a veces llovía en serio. Ya lo creo que llovía. Y entonces los cangrejos salían por todas partes, en el camino, entre la hierba. Parecen de mar. Redondos y rechonchos ellos, qué majos. Pero con mala leche. Si alguien es tan pelma como yo y se empeña en jugar con ellos se llevará un buen pellizco, a fe mía que sí. Una noche la pradera donde pretendíamos acampar estaba tan mojada que los cangrejos andaban por allí a docenas, así de lado, como disimulando, como hacen ellos, y casi daba miedo plantar la tienda encima de alguno.

IMG_2747Y las ranas tan verdes y brillantes, las salamandras negras de vientre rojo y ojos como azabache, las lombrices silenciosas explorando la lluvia. Todas las criaturas que en la tierra viven pero al IMG_2790agua pertenecen acompañaban entonces nuestros pasos.
Qué bosques aquellos en los que hasta el cielo era verde. Y la montaña ascendía y ascendía hacia la siguiente montaña. Y a veces una estatua de Jizō, o una tumba, o una oración escrita en una piedra. Y siempre el musgo, las gotas de lluvia demorándose un instante en el borde las hojas antes de hacerse agua tan sólo. Y en las cumbres las nubes enredadas, deshilachándose entre los cedros y los cipreses y los mil árboles diferentes que habitan estos bosques.

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Y yo... yo haciéndome agua mientras siento que el aliento me falta mientras asciendo envuelto en esa luz verdosa. Yo sintiendo que sería musgo aquí y ahora, lluvia sobre la hierba blanda. Yo mirando la blancura deslumbrante de las flores que tiemblan a mi paso. Yo sin ser yo en la senda infinita que hilvana vertientes y crestea montañas sostenida tan sólo por las raíces de los árboles.

IMG_2767Sin aliento. Sólo un paso. Un paso más. Siempre habrá un paso más, uno más allá. Cada paso es un acontecimiento, ahora si. Y el cascabel suena, incansable. IMG_2768A cada paso, en cada uno de mis latidos que resuenan aquí, entre los árboles, y se pierden haciéndose silencio. Su tintineo puro me recuerda quién soy. Podría morir aquí y ahora envuelto en esta belleza que me asfixia y ni siquiera me daría cuenta.
Y en la cumbre siempre las mariposas y las libélulas. Es curioso. Libélulas. Aquí. Qué buscarán ellas peregrinando hasta aquí. Qué misterios. Y después de nuevo a bajar. Al valle, al río, a la siguiente pendiente.

Un día que llovió toda la tarde pasamos por un lugar extraño con unas inscripciones que parecían señalar un desvío. Yo no entiendo los kanji así que le pregunté a Masu. Me dijo algo de un cementerio antiguo. Recuerdo el silencio que sonó en ese momento. Yo sabía que él no iría. Me lo decía su mirada. Él sabía que yo iría. Me conoce ya lo suficiente. Crucé el cauce seco de un río, a veces cruzar un cauce seco es muy importante, lo entendí entonces. El cauce seco estaba mojado por la lluvia. Caminé por una vegetación espesa que me llenó de agua la ropa casi inmediatamente. La senda desapareció. La verdad es que el lugar imponía. Yo no veía las haka budistas por ningún lado. Continué. Una pasarela musgosa y llena de verdín atravesaba un arroyo. Busqué un sitio para saltar el arroyo porque me dije a mí mismo que yo allí no ponía un pie. En la otra orilla la ladera se empinaba y los árboles se retorcían oscuros. Eran poco mas de las tres y parecía que anochecía, lo juro.
Yo no soy supersticioso pero si los fantasmas existen a fe mía que allí habitaban. ¿Sugestión? No sé. Pero juro que el bosque respiraba y palpitaba junto a mí. Y me contemplaba. Me sentía un intruso allí. Y la lluvia sobre mi chubasquero no dejaba de repiquetear. Aquella lluvia tan fina…

Cuando volví junto a Masu me preguntó si había visto algo. Nunca le pregunté si era sólo al cementerio a lo que se refería.


IMG_2894Uf, como me lío. Bueno. Pues sí, al final llegamos a Kumano Hongū Taisha, un santuario fundamental en el shintoismo japonés y con un torii gigantesco sobre los arrozales. Pero nosotros que somos así, pues seguimos a Nachi Taisha. Alli aparte de un santuario shinto y un templo budista hay una cascada impresionante, la más alta de Japón, y quizá la más bella que yo haya visto.

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IMG_2902Así que desde los arrozales cuajados de renacuajos ascendimos hasta la montaña de Nachi Taisha. Y los arboles, las flores, las mariposas.....
A veces recuerdo que pensaba "¿será siempre la misma mariposa?" Siempre cuando ascendía por las montañas, siempre a mi izquierda, siempre de esa especie que sólo he visto aquí, negra, IMG_2756enorme, con los bordes de las alas blancos y rojos. Siempre hermosa sobre el aire que no pesa, ajena a las cosas que hacen la vida tan fácil porque ella misma es la facilidad de la vida, su sencillez natural y pura.
Y a veces pensaba que pensaba "¿será siempre el mismo peregrino?" Siempre ascendiendo montañas, siempre a mi derecha, siempre de ese tipo tan raro que sólo he visto aquí, con su bambú y su sombrero de junto, con su vieira. Siempre con ese cascabel que tintinea con un sonido puro y bello, ajeno a las palabras, al tiempo y a la tristeza. Porque es paz lo que aquí hay, y suena y flota en el aire.


Kumano Kodō. Camino hacia lo mas profundo de uno mismo. Hasta tocar las cumbres donde reconocer lo que uno es. Lo que uno es siempre y a cada paso. Donde las libélulas vuelan sin que sepamos por qué, sin que sepamos lo que buscan.
Y allí, al fin, el agua que bajó de las montañas, que fue nube y mar, y lluvia y arroyo y río, se precipita al vacío. El ruido es ensordecedor en el silencio que inunda el mundo. Y allí, al fin, yo que fui sendero y musgo, yo que fui cansancio y dolor, y alegría y paz, me precipito silencioso en el ruido atronador que inunda el vacío de mi alma. Y contemplo.

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Volver a Osaka fue un shock. Andábamos medio renqueantes y agujetosos. A Masu le dolía la espalda así que el hombre parecía el IMG_3041hombre del saco caminando con la mochila. Su pértiga de bambú la perdió en el bus así que éramos dos de nuevo. Yo podía haberme llevado la mía de recuero pero preferí que se quedara peregrinando eternamente, la eternidad asignada al bambú quiero decir, por las montañas que le dieron la vida y a mí los pasos. Antes, sin embargo, corté con mi navaja suiza un pequeño anillo de su extremo para que continúe acompañando mi peregrinar.
Bueno, pues en los subterráneos de Osaka nos perdimos (sí, así como suena) porque eso es para verlo. Hay no sé cuántas plantas bajo las estaciones de ferrocarril y metro. Cascadas de agua, éstas artificiales claro, que no se sabe desde dónde salen pero aterrizan en una -3ª planta. Sé de ciudades que son mucho mas pequeñas que aquello, y con la décima parte de gente de la que se mueve por allí. Hay toda clase de comercios, restaurantes, grandes almacenes...... Y cuando sales fuera monorraíles sin conductor que atraviesan edificios (sí, de parte a parte) a la altura de un 6º piso, o ascensores de esos en el exterior que suben como un cohete de cristal ni se sabe donde.


Masu y yo, mientras tomábamos un café en su casa, ya de regreso, sentados en unas sillas, estábamos bastante silenciosos. A veces uno hablaba del rumor de las olas en Kii-Katsura, toda la noche, y las luciérnagas junto al mar... Y luego el otro hablaba del extraño espantapájaros automático y casero de los arrozales.... Y el otro después, de aquella noche en que llovía y nos dolía la espalda sobre el suelo duro pero cantó el hototogisu y nosotros le imitábamos como niños que pasan el rato jugando sin más.... Y de aquellos ciervos que huyeron cuando nosotros aparecimos de entre la espesura.... O de aquellas flores tan blancas de nombre desconocido que jalonaban un valle lleno de helechos.... Recuerdo cómo brillaban bajo la lluvia.... Sí, lo recuerdo bien....

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Y ahora, de nuevo en Kumamoto. Junto al pequeño Gouda (uno de esos perritos electrónicos AIBO de Sony que hasta aprendían cosas) que ahora yace sin batería despatarrado bajo la tele. La máquina que prepara automáticamente el arroz mañana por la mañana ya está programada. En la entrada un vasito con sal para que no entren los malos espíritus... Sí, esto es Japón…
Y en el balcón la noche sobre el mundo. El mundo que gira.


Y bueno.... Andar por andar, buscar sin buscar. Yo para volver a mí, a ti, tuve que ir. Aunque desde siempre supe, el siempre asignado a los seres humanos quiero decir, que a ti volvería. Desde que era niño, sabía ya entonces sin saber, que a ti había de volver, que te buscaba sin buscar, que en ti me encontraría.

Lluvia sobre la lluvia, lluvia que cae sobre el río, lluvia sobre la lluvia que fue. Agua en el agua. Yo, tú. Tú, yo. Aquí estás, en este preciso instante, en el que en ti soy.

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