Sobre la Playa
Sé que esto no es haibun porque lo recuerdo. Recuerdo que no es un haibun porque en un haibun no hay que recordar sino decir. Decir, recordar, vivir, callar…
Recuerdo como se llama aquella isla de la bahía de Nagasaki porque su nombre, Iojima, se parece a Iwojima, esa famosa isla de la batalla de la Segunda Guerra Mundial y tantas películas.
Iojima... Es curioso. Recuerdo el viento. Recuerdo el viento porque se enredaba, (no, esa es una palabra demasiado manida) me atravesaba, sí, el viento atravesaba mi pelo y mi cuerpo entero, me atravesaba hasta blanquear mis huesos literalmente, mientras me dejaba llevar cuesta abajo, sin pedalear, junto al acantilado. Una cuesta suave, con magnolios y kuzu a un lado y el mar y su vacío al otro.
Qué blanco parecía el horizonte allí, al final de la carretera, más allá del azul. Lo recuerdo porque un milano, oscuro, volaba justo a mi lado. No, en realidad no volaba. Planeaba, o se dejaba llevar, cuesta abajo, sin esfuerzo, justo a unos metros de mí, sobre el vacío, sobre el mar.
Recuerdo parar y sacar mi cámara. Y nada. Y pedalear. Y volver a parar, y nada, y así, así hasta desistir. Y rendirme a la gravedad de los acantilados junto al mar. Y dejarme llevar.
Ahora no recuerdo.
Ahora veo nuestras sombras balancearse sobre la marea que se retira. Oigo las risas de alguien que resbala en el verdín de las rocas y de otro que camina descalzo entre las lapas.
Sí, sólo debo dejarme llevar…
Todavía hoy puedo tocar el mar mientras toco el aire, y sentir la suavidad de las anémonas recogidas, muy quietas, brillantes, bajo las rocas. Y entre mis pies descalzos, aquí sobre el parqué, sentir la arena que cediendo a mis pisadas se ondulaba bajo el agua. Mis pisadas sorteando caracoles marinos. Mis fugaces pisadas entre las olas que ya se llevan las conchas vacías, tintineando, y mis huellas cargadas de arena…
Recuerdo sin recordar que el sol iba y venía sobre las olas. Y que en el fondo, en el pequeño fondo porque apenas el agua llegaba a mis tobillos, la arena dibujaba ondas bajo las olas o las olas serpenteaban sobre la arena. Y los milanos volaban sobre nosotros y nuestras risas.
Que iban y venían.
Y recuerdo nuestro silencio. Sobre todo recuerdo nuestro silencio. Nuestro silencio sobrecogido bajo las alas del milano y entre las olas de la playa. El luminoso silencio de una mañana de sol sobre el mar.
sólo las olas…
toda nuestra pureza
sobre la playa
Y yo ahora debería escribir un haiku, recuerdo…